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martes, 22 de mayo de 2012

Capítulo 10: "Soy el malo de la película"




Esa música me definía. Era todo mi espíritu. Incluso antes de nacer, esa música ya sonaba en mis oídos, en mi diminuto cerebro.
Le di otra vez a replay. Ya la había escuchado cinco veces seguidas, pero jamás me cansaría.
Abrí mi libreta. No quería llamarlo diario. Era simplemente mi libreta.
Miré lo que había escrito los últimos días. No quería decirle a nadie más lo de mi supuesta amnesia. No quería preocupar a nadie.
Encontré algo muy interesante, días atrás:
Hoy me he encontrado con un tal Blake, un tanto oscuro, a decir verdad. Lo he visto en la parada de bus. Sí, de acuerdo, tiene unos ojos azules increíbles, pero su sonrisa es siniestra. Espero no volvérmelo a encontrar. Es el típico tío que atrae demasiados problemas.
Eso no era todo. Lo último que había escrito era de ayer:
Me he despertado en un banco del bus. No recuerdo nada. Bueno, sí; una sonrisa oscura, debajo de una luz eléctrica. Nada más. Es muy extraño. 
Eso era todo lo interesante que ponía en la libreta. En los demás días no ponía nada digno de mención que me indicara exactamente qué había pasado para producirme amnesia.
Cerré la libreta, enfadada. Quería saber exactamente qué pasaba. Sospechaba que todo eso tenía algo que ver con ese Blake, ya que mi vida había dado un giro desde que me lo había encontrado en aquella parada, como decía mi libreta.
Metí la libreta en mi bolso y salí fuera. Necesitaba despejarme.
En cuanto salí de la puerta principal de mi bloque de pisos, distinguí una figura oscura apoyada en la pared.
El miedo atenazó mi mente. Debía ser él.
Quise girarme para volver a entrar, pero no podía moverme. No de miedo. Estaba paralizada, literalmente. Quise gritar, pero no moví ni los labios.
Vi cómo la figura se acercaba a mí, hasta que pude distinguirlo bien. Un chico, algo mayor que yo. Unos ojos como el hielo, e igual de fríos e inhóspitos. Se me quedó mirando un momento, hasta que dijo:
-Lo siento. No quería paralizarte, pero no me dejas opción. Si no, tendría el riesgo de que te fueras corriendo, y necesito hablar contigo.
No dije nada. Más que nada, porque no podía.
-Mira: no intentes encontrarme. No puedes. Hago todo esto por tu bien, ¿entiendes? Si no, te matarían. Y te prometo que eso no va a ocurrir. Aunque tenga que enviarte a la otra punta del universo, lo más lejos de mí.-tragó saliva. Creí ver una sombra de dolor en sus ojos, pero desapareció demasiado rápido como para confirmarlo.
No entendía nada. ¿Matarme? ¿Quién? ¿Y quién...qué era él? ¿Cómo es que no podía moverme ni un centímetro?
-Seguramente te estarás preguntando qué es todo esto. Simplemente, dé gracias por no recordar nada. Sé que piensas que quiero hacerte daño, pero es todo lo contrario. Si te visito de vez en cuando, es porque no soporto alejarme mucho de ti. Debo protegerte.-se pasó una mano por el pelo oscuro, visiblemente inquieto. No paraba de mirar a un lado y otro de la calle.
Con toda mi fuerza de voluntad, conseguí mover un milímetro de mi mano. Poco a poco, me fui deshaciendo de la parálisis.
Él no se dio cuenta hasta que le pegué el puñetazo. O eso intenté. Rápidamente, cogió mi puño, a milímetros de su cara, y lo apartó de un gesto brusco.
No parecía sorprendido de ver que podía moverme de nuevo.
-¿Quién eres? ¿Por qué me persigues? ¿PUEDES EXPLICARME TODO ESTO?-grité.
El ansia de saber qué pasaba ahogó mi sentido común, que pedía gritos salir corriendo.
Él se quedó impasible.
-De querer explicártelo, quiero. Pero no puedo. ¿Puedes confiar en mí de una vez y aceptar que lo que intento es ayudarte?-replicó.
-Pues si de verdad quieres ayudarme, ¡EXPLÍCAME QUÉ PASA!-y rompí a llorar.
Hay ciertos momentos de una historia en que siempre recuerdas. Momentos que no parecen importantes en un principio, momentos que piensas que sabes qué pasará después. Pero te equivocas. Pasa justo lo contrario de lo que pensabas. Por eso son los mejores momentos de una historia. Por eso son los momentos que siempre recuerdas, pase lo que pase.
Eso fue lo que pasó.
Lo recordé.
Recordé esos ojos azules, pero era en otra parte. Casi parecía otra vida. Esos ojos me sonreían, me decían que siempre estarían allí.
Y sentí eso tan extraño que siempre llevaba en el corazón, como una carga que te acabas de dar cuenta que llevabas.
-Tú...yo...-balbuceé.
Él había levantado los brazos, en además de un abrazo, pero los dejó caer pesadamente.
-Yo...te recuerdo-dije.
Asintió, con pesar.
-Tenía miedo de esto. De que fueras más fuerte que un simple truco en la mente.
Las imágenes desfilaban en mi mente.
Y él estaba por todas partes.
Blake.
-¿Qué...?-empecé. Carraspeé- ¿Por qué?
-Te iban a matar sino. Era lo único que podía hacer.
-¿Por qué has vuelto?
Me miró, serio.
-Te echaba de menos.
Las lágrimas no paraban de caer por mis mejillas.
A ver.
Sé que os estáis preguntando qué estaba pasando exactamente.
Lo que pasaba era esto: en un pasado, Blake y yo habíamos estado juntos. Lo siguiente que recuerdo, es una gran sombra, y de repente Blake ya no estaba en mi vida.
Suspiré, confusa, y sacudí la cabeza. ¿Qué se supone que tiene que sentir una cuando acaba de recordarse de su ex novio y que una lo tiene delante?
Así que entré en mi casa, y en cuanto estuve en mi piso, cerré las puertas y las ventanas. Mi madre había salido a comprar, y no volvería hasta más tarde.
Me moría de ganas de llamar a Kate o a Natalia, pero sabía que no podía hacerlo. Eso era algo entre él y yo.
-Sabes que no puedes escapar de mí tan fácilmente.-oí una voz suave detrás de mí.
Me giré.
Cómo no.
Blake.
-¿Sabes qué? No me acuerdo demasiado de ti, pero estoy segura de que no eres una buena compañía precisamente. Así que haz el favor de irte-espeté.
Me acarició la mejilla, y me puso el pelo detrás de las orejas. Sostuve su mirada, desafiante.
-Estábamos tan bien juntos... qué lástima...-dijo.
-Me da igual. Vete.
-En el fondo no quieres que me vaya.
-En el fondo quizá quiero pegarte.
-Quizá. Pero va, inténtalo.
Intenté darle una bofetada, pero la esquivó.
-Muy lenta-dijo, con una sonrisa maliciosa en los labios.
Estábamos cerca. Peligrosamente cerca. Notaba su aliento en mi mejilla, pero no osé moverme. No quería que me viera como una cobarde.
-Te odio-conseguí decir, pero con un tono vacilante en la voz. Eso me enfureció.
-Qué más quisieras.
-¿Y qué quieres tú?-pregunté, para cambiar de tema.
Noté su sonrisa maliciosa.
-Que logres recordar. Volver a empezar. Ser...normal.-respondió, seguro de sí mismo.
-¿Normal? ¿Acaso no lo eres?
Se rió de una forma siniestra que no me gustó nada.
-No.
-¿Entonces?
-¿Sabes la historia de la guerra que hay entre los demonios y los ángeles?-preguntó.
-Eh... sí. Pero eso no existe. ¿A qué viene eso ahora?-repliqué.
Se apartó un poco de mí, y me miró a los ojos, muy serio. Sus ojos azules tenían una mezcla de resignación y una tristeza tan inmensa, que tuve que reprimir las lágrimas.
-Soy el malo de la película. Lo que tú llamarías "demonio."
___________________________
Vale. Este es el peor capitulo de todos. Parece una auténtica porquería, en comparación con los capis de Mel y Laila. PERDÓOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOON. Es que tengo muchísimas cosas que hacer, ya que nos dijeron que si sacábamos más de un 7 en nota y actitud de una asignatura de este trimestre, no haríamos trimestral. Así que todo el mundo se lo está currando para no hacerlos. Por favor, no me colguéis de un árbol por este abominable capítulo :)
dewww ^^







domingo, 13 de mayo de 2012

Capítulo 9: "Que existes."



Natalia

Enjugué mis ojos llenos de lágrimas y sequé las que rodaban por mis mejillas. Y fue ahí, justo ahí donde coloqué los pies en la tierra porque realmente yo estaba en las nubes. De esa noche lo único que me llevé fue un mal recuerdo y una lección: nunca volvería a dirigirle la palabra a Carlo. Las cosas tenían que cambiar. No derramaría ni una sola lágrima más por él.

Desperté gracias a los rayitos de sol que se colaban por las rendijas de la vieja persiana. Me vestí rápidamente y, con el corazón hecho pedazos,  bajé al parque y me senté en uno de los bancos. Apenas pasaron diez minutos alguien me tapó los ojos.
-¿Cómo está la chica más sexy del mundo?-dijo alguien desde atrás.
-Hecha una mierda.
Mikel, mi mejor amigo, se puso delante y me abrazó fuerte.
-¿Qué es lo que te pasa?
-Déjalo… no es importante. Ya se me pasa. –dije quitándole importancia. De ninguna manera quería que me viese jodida por un tío, ya que siempre había mantenido frente a él una fachada fuerte en esos temas.
-¿Seguro que no me lo quieres contar?
-Seguro.
-Vale, pero si necesitas hablar con alguien, sabes que estoy aquí para lo que sea.
-Gracias feo.
-De nada preciosa. Oye, esta noche hemos quedado todos en la playa, ¿vienes?
-¿Quién va?
-Supongo que Kate, Uri, Daniel, Grace, Carlo y los demás…
-Entonces no voy.
-¿Por qué?
-Por nada. Olvídame. Olvida esta conversación. –dije, y me fui corriendo. Lo que menos quería en ese momento era contárselo. Oí unos pasos que me seguían y en cuestión de segundos ya me tenía cogida por la cintura.
-No puedo olvidarlo.
-¿Por qué?
Mikel se revolvió el cabello como hacía siempre que se ponía nervioso y me miró a los ojos.
-Porque es imposible olvidar un solo segundo a tu lado.
Y ahí es donde todo mi mundo se puso patas arriba, donde todo perdió sentido. Mikel me miraba sonrojado y nervioso. Yo solo podía repetir una y otra vez aquella frase en mi cabeza.
-Como tampoco puedo olvidar tu olor, tu risa, tus enfados… Nat, no me pidas que te olvide porque no puedo.
Esperó a que dijera algo pero yo estaba inmóvil. No entendía nada. Luego se volvió y echó a correr. Rápidamente salí tras él.
-¡Mikel! ¡Mikel espera!
Me oyó, paró y se giró.
-No quiero que me olvides.
-Nunca lo voy a hacer.
Abrió sus brazos y me refugié en ellos como miles de veces había hecho.
Esta fue la primera de muchas conversaciones cursis de nuestra vida. Nunca ninguno de nosotros habíamos destapado lo que sentíamos, siempre habíamos guardado nuestros sentimientos muy adentro. ¿Por qué? Supongo que por miedo.
Me miró a los ojos. Hacía mucho tiempo que no me miraba de esa manera, esa mirada tan suya, tan dulce, tan sincera…
-¿Sabes? Me encanta abrazarte.
-¿A qué esperas entonces?
Me cogió y me empezó a dar vueltas. Estaba comenzando el proceso: empezaba a enamorarme. Se me metía debajo de la piel, por las orejas y los ojos, en el aire, en mi cabeza, en el pelo... De seguir así, al día siguiente lo vería de otra manera y me daría cuenta de que lo quería. Estaba empezando y no sabía cómo pararlo.
-¿Qué es lo que más te gusta de mi?-me dijo Mikel.
-Tus absurdas preguntas.-dije riendo.
-Ahora enserio, ¿qué es lo que más te gusta de mí?
-Que existes.

* * *
Siento el retraso, pero aquí lo tenéis. Espero que os guste.
Ah, si alguien no sabe cómo soy que busque la palabra "cursi" en el diccionario, sale mi foto.

sábado, 5 de mayo de 2012

Falta de tiempo...


Hola a todas!!
Como sabéis, el siguiente capitulo me toca a mi, pero no tengo nada de tiempo (deberes, trabajos, examenes, libros de clase...). Hablé con Valery y le dije que me saltaran, que hiciera ella el siguiente capitulo y así la historia no se estancaría, pero resulta que las tres estamos igual (hasta arriba de deberes y examenes). Esta entrada es solo para deciros que hasta el sábado 12 de mayo (este sábado) no podré subir capitulo. 
Lo siento mucho, pero no puedo permitirme suspender ninguna este trimestre ya que este año (estoy en 4ºESO) tengo que salir con todas aprobadas con buena nota para encontrar un buen instituto.
Muchos besos y gracias por todo.
Att: Laila.

martes, 24 de abril de 2012

Capítulo 8: "Pasado, nunca pisado".


Kate.

Corrí. Corrí demasiado y no giré mi cabeza para ver si me seguía. Todo estaba demasiado borroso, y mis lágrimas empañaban lo suficiente mis ojos para no saber dónde me encontraba. La noche ya estaba más que sentada sobre la ciudad, y yo me encontraba en un lugar del que no conocía nada. Todo me era extraño, nada familiar. Me acerqué a una esquina, lo suficiente separada del callejón en el que me encontraba, y me hundí entre mis brazos. No aguantaba más la situación en la que podía encontrarme. No soportaba ser diferente al resto de personas, al igual que tampoco soportaba la situación de sentirme sola. Quería llamar a Natalia, a Grace, o ¿Por qué no? Decirles que vinieran a por mí. Quería estar con ellas y que me hicieran sonreír como a menudo solían hacerlo. Necesitaba que me abrazaban y me tranquilizaran, y que una vez más borraran mi pasado. Mis lágrimas, y mis dolores de cabeza repentinos.
Pero, por alguna razón, no lo hice. No saqué el móvil, ni miré la hora en la que estábamos. No hice ningún amago de decir algo en esa noche tan oscura, ni recurrir a las personas que en esos momentos formaban mi vida. Me hundí sola, sin nadie. No quería que descubrieran a esta Kate, no podía hacerlo. Me gustaba que mis amigas me recordaran con una sonrisa, con algo divertido en la boca. Me gustaba hacerlas reír como la que más, y mancharme y mancharlas de helado. Me gustaba pasar las tardes junto a ellas en el mismo banco, y hablar hasta que se pasaban más de las nueve y nuestros padres nos castigaban. Desde que había llegado nueva a ese instituto, me habían acogido como una más, sin importarles mi pasado. Mirando más allá de mi fachada. Observando y descubriendo mi interior sin hacer preguntas, solo a base de sonrisas. No, no podía defraudarlas y mucho menos preocuparlas por lo que me estaba pasando en esos momentos. Ellas habían arriesgado tanto por mí, que me parecía egoísta cargarles los problemas. Esa no era la Kate que era ahora. Yo había cambiado, y no quería volver a mi pasado pasara lo que pasara. O quizás debía volver para arreglar lo que no tuve valorar a solucionar.
Levanté mi cara llena de lágrimas, y encontré una mano tendida delante de mí. Miré más arriba, y me encontré con unos ojos cálidos amarronados. Se agachó, y con los dedos limpió mi cara toda llena de pequeñas marcas de agua negra.
-¿Por qué lloras?-Me dijo-No creo que debas hacerlo.
-No sabes nada.-Contesté-No intentes descubrirlo, te lo advierto. Nadie lo sabe y tú no vas a ser el primero.
-¿Qué coño te pasa, Katherine?
-Olvídame.-Dije de mala gana.
-¿Quieres que te olvide?-Asentí-No te entiendo.
-Ni me entenderás.
-Como sigas así, me obligarás a llamar a tus amigas.
-No te lo cogerán sabiendo que eres tú.
-Sé que les has hablado de mí. ¿Quieres que lo comprobemos?
Le cogí la mano al vuelo.
-No lo hagas.
-¡Venga ya!-Dijo frustrado-Eres increíble. Increíblemente cabezona. ¿No ves que nos importas?
Silencio.
-Va Kate. No lo hagas por mí, hazlo por ellas. Llámalas, sé que te quieren tío. Van a dar mucho por ti. ¿Tienes problemas en casa, o algo?
-Ignórame Daniel.
-Vale, es eso. Tienes problemas. ¿Con tus padres?
Nuevamente silencio. ¿Padres? ¿Tenía yo de eso? Sí, por supuesto. Al otro lado del país. Disfrutando de una preciosa vacaciones hawaianas. Sol, playa. Bebidas y bebidas. Fiestas y fiestas. Adoraba a mis padres. Sí, por supuesto. Los adoraba tanto, que vivir sin ellos me partía el alma. Sé que no notaréis mi sarcasmo, sé de sobras que soy pésima en serlo, pero, me jodía que hicieran eso.
Daniel me interrumpió de mis pensamientos.
-Kate, ¿y tus padres?
-Fuera.
-¿Y la señora que vive contigo?
-Lárgate.
-¿Tú casa? ¿Por qué viniste nueva al instituto? ¿De dónde eres? ¿Quién eras? Espera, espera. ¿Quién eres?
-¡Vete!-Me levanté-Olvídate de mi como lo hacen todos. No soy nadie, ¿lo ves? No existo. No existo ni para ti, ni para mis padres. Soy invisible, ¿lo pillas? Invisible. Nadie sabe nada de mí, a nadie le importo. Mis amigas son mi vida, y lo único que me queda. ¿Crees que les voy a molestar llorando? No. Así que déjame sola. Piérdete y no vuelvas a por mí nunca más. Y cuándo te dije que te quería, mentía. Si no me quiero a mi misma, ¿cómo voy a querer a otro? Vete Daniel, por favor.
Volví apoyarme en la esquina de aquel lugar, y me hundí en mis propios brazos. Oí unos pasos que se alejaban, y una voz que tarareaba algo. Que murmuraba alguna que otra frase. Levanté la mirada, y lo vi. Y a pesar que lo odiara con todas mí fuerzas, que me intentara engañar para que creyera que me iba a dejar sola, y que por una vez en su vida me iba hacer caso, mentía. Porque junto con Grace y Natalia, era la persona que más me importaba en ese momento.

domingo, 22 de abril de 2012

Capítulo 7: "Más oscuridad"



Grace

No vuelvas…
Me desperté con un gran dolor de cuello. Abrí los ojos, confusa. ¿Qué había pasado? No recordaba nada. Me levanté, todavía confusa. Me había dormido encima del banco de la parada del autobús.
Una luz me cegó.
-Eh, ¿vas a subir o qué?-gritó una voz grave.
Era el autobús. Recogí mi bolso y subí a toda prisa. Me senté en uno de los asientos después de haber pagado, y me quedé mirando por la ventana.
¿Qué me pasaba últimamente?
No recordaba nada de lo que había pasado. ¿Cómo había llegado hasta allí? Exprimí mi cerebro en busca de una respuesta. ¿Qué era lo último que recordaba? Recordaba que había estado con Kate y con Natalia, tomando un helado. Eso es.
Cogí el móvil y llamé a Kate. No cogía. Hum. Sospechoso.
Entonces llamé a Natalia. Sí que cogió.
-¿Hola?-dijo, con una voz rota, como si hubiera estado llorando.
-Natalia, soy Grace. ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?-pregunté, olvidándome el motivo por el cual había llamado.
-Ah, hola, Grace. No, no pasa nada. Da igual.-silencio.-Debería haberte hecho caso. Carlo es un auténtico idiota.
Suspiré.
-¿Qué te ha hecho el subnormal de mi primo?
-Es…es una tontería. Déjalo. Por cierto, ¿por qué me llamas a la una de la madrugada?-dijo Natalia.
-¿LA UNA DE LA MADRUGADA?
Miré mi reloj. Efectivamente, era la una de la madrugada. ¿Qué había pasado? Me estaba muriendo de miedo.
-Perdona por despertarte-me excusé-pero es que es importante.
-No te preocupes. Dime.
-Me acabo de despertar en el banco de la parada del bus. No recuerdo absolutamente nada de cómo he llegado hasta allí. Unos segundos después de despertar, vino el bus y me subí. Te hablo desde allí.
-¿CÓMO? ¿No recuerdas NADA?-exclamó-Un momento…algo sí que recuerdas, ¿no? ¡Dime que sí!
-Lo último que recuerdo es que estaba con vosotras, tomando un helado-dije, asustándome todavía más.
-Tienes que ir al hospital. No es normal. De hecho, el heladero tenía mala pinta…
-¿Insinúas que podría haberme drogado?-pregunté.
-¿Y por qué no? ¿Recuerdas haberte dado un golpe en la cabeza o algo? Espera. Me estoy vistiendo. Cojo el coche y te voy a buscar. ¿Dónde estás?
-Miré por la ventana. Estaba todo oscuro, no distinguía nada. Cogí las gafas de mi bolso y me las puse. En ese momento el bus paró en una parada, y pude distinguir el nombre de la calle.
-Estoy en la Calle del Ángel. ¿Me bajo?-pregunté.
-Sí, baja. Quédate allí quieta, no te vayas a ningún sitio, ¿me oyes?
-Vale. No te preocupes.
-Demasiado tarde, pero bueno. ¡Hasta ahora!
Y colgó.
Me bajé del autobús, pero pensaba que aquel plan no era del todo muy seguro.
Me senté en el banquito. A los diez minutos, apareció Natalia con el coche.
Abrí la puerta y me senté.
-No tienes carnet de conducir-le reproché.
-Ya lo sé.
-Como nos paren tendremos problemas.
-¿Más? Imposible.
Me encogí de hombros. Natalia era Natalia.
Me llevó a su casa, y no admitió ninguna réplica.
-¿No debería ir al hospital o algo?-pregunté en vano.
-Tienes razón, pero necesitas descansar.
-¿No puedo descansar en el hospital?
-¿Con todas las pruebas que te harán? No creo. No te dejarían ni pestañear.
Así las dos acabamos poniendo un colchón en el suelo de su habitación y me prestó un pijama.
-¿No debería llamar a mi madre?-dije de repente.
-Deberías, sí.
La llamé, y le expliqué qué había pasado, más o menos, pero me salté la pérdida de mi memoria. Ya le diría.
Y, al fin, nos fuimos a dormir.
Cuando al fin logré dormirme, soñé con oscuridad. Hacía tiempo que no soñaba con eso.
La oscuridad me envolvía, llegaba de todas partes. Invadía mi mente, mi corazón, mi alma. Yo corría para salvar mi vida, pero no podía. Quería gritar, pero no salía sonido alguno de mi garganta. Me desperté sobresaltada, toda sudada. Todavía era de noche, y Natalia dormía.

Dejé que mi respiración volviera a la normalidad, y volví a dormirme, cayendo en un sueño sin sueños.

jueves, 12 de abril de 2012

Capitulo 6: "Mentiras"


Natalia

Mi larga melena se revolvía a merced del viento y cada vez tenía un aspecto más desastroso. Los pies me dolían por los tacones, la minifalda se me subía con el mínimo movimiento que hacía y al rímel no le quedaba mucho tiempo de vida. En cualquier momento rompería a llorar. Carlo y yo habíamos quedado a las seis y eran las ocho y media. Dos horas y media de espera. En mi cabeza le estaba dando toda la razón a Grace; su primo era un imbécil. Y yo también lo era. ¿Por qué lo esperaba? ¿Por qué le hice caso a él y no a Grace? Una lágrima recorrió mi mejilla y cayó al césped. Poco a poco, le siguieron otras. Adiós rímel. Saqué el móvil con la esperanza de que hubiese un mensaje que justificara la tardanza de Carlo, algo con lo que pudiese pensar que no había pasado de mí; pero no había nada. Me levanté y empecé a caminar hacia casa.
-Espera Nat, espera. –dijo una voz a lo lejos. Me giré, lo vi y seguí caminando hacia casa. –¡Nat para!
Empecé a correr tanto como pude, pero pronto me alcanzó.
-Tiene una explicación.
-¿Explicación? ¡Dime cual es la explicación de que lleve dos horas y media esperándote!-dije gritando y llorando.
Él me miró con los ojos vidriosos y se quedó callado.
-¿Qué pasa? ¿Estabas enrollándote con otra y se te ha olvidado que estaba, como una estúpida, esperándote? Tenía que haber hecho caso a Grace, eres idiota.
Carlo seguía mirando el suelo, pero casi sin voz dijo:
-Mi madre ha tenido un accidente con el coche. Está en coma.
Instintivamente lo abracé y no lo solté durante un buen rato. Me di cuenta de que ese había sido nuestro primer abrazo. Había soñado con este momento miles de veces, pero nunca pensé que sería por eso.
-Lo siento mucho Carlo, he sido una imbécil.
-No importa.
-Y tranquilo, tu madre va a salir de esto.
-Gracias Nat, por entenderlo.
Le volví a abrazar, esta vez más fuerte que antes. Sentía que ahora teníamos algo más de confianza.
-Por cierto, esto es para ti. –dijo sacando una cajita azul. Dentro estaban los pendientes que vi el verano pasado con Kate y Grace.
-¡Son preciosos! ¿Cómo sabías que me gustaban?
-Tengo contactos… -dijo misterioso. Los dos rompimos a reír y nos quedamos mirándonos.
-Carlo, si lo prefieres, quedamos otro día.
-No, prefiero estar fuera de casa. Allí hay demasiados recuerdos.
-Entonces, cenemos. ¿Vale? –Carlo asintió con una gran sonrisa en la cara.
-Acaban de abrir un italiano por aquí, ¿te apetece?
-¡Claro!
De camino al restaurante hablamos sobre la relación de madre e hijo que tenían. Me contó que llevaban meses sin hablar y que todo empezó por Uri.
-¿Por Uri?
-Sí. Ese fin de semana iba a dormir a casa de Uri, pero a última hora unos amigos nos dijeron de ir a la discoteca. Uri insistió tanto en ir que después de cenar nos escapamos a escondidas. A la vuelta, un amigo nos dijo que si queríamos que nos llevara y nosotros aceptamos sin saber que iba borracho. A medio camino tuvimos un accidente. Uri se rompió un brazo, que luego sanó, pero yo me quedé ciego dos semanas. Mi madre peleó con la suya porque, según ella, la madre de Uri tenía la culpa de que yo estuviera así, ya que tendría que haber cuidado de nosotros. Enseguida nos impusieron el mismo castigo; Uri y yo no podíamos vernos. Aquel castigo no tenía sentido, así que ninguno de los dos hizo caso. A partir de ahí, hubieron muchas más peleas por tonterías. Ahora, ninguno habla con su madre. –tragó saliva y siguió hablando. –Por eso me duele haber estado así con ella. Porque en el peor de los casos, no podré decirle cuánto la quiero.
-Vas a poder decírselo mil veces, estate seguro.
Seguimos caminando hacía el restaurante cuando vimos a una chica correr en nuestra dirección y desaparecer por donde habíamos venido. Por un momento me pareció Kate, pero no le di importancia. Entramos en el restaurante y comimos.
-La cuenta, por favor. –dijo levantando la mano.
La noche había sido magnífica, cada vez me sentía más a gusto con él. Cada vez me gustaba más.
Después de unas pizzas deliciosas, salimos del italiano y me acompañó andando a casa. No sé cómo, pero acabamos con las frentes pegadas.
-¿Y por qué Grace dijo que yo era idiota? –dijo riendo con sus ojos clavados en los míos. Bajé un poco la mirada y lo vi, en el cuello. Un chupetón.
-Porque lo eres. –dije gritando. Eché a correr a la puerta y me encerré en casa. Lo último que quería era volver a verlo.

martes, 10 de abril de 2012

Capítulo 5: "Te quiero"


Kate.

La tarde con ellas, había sido espectacular en todas sus maneras. Aquel helado estaba buenísimo. Los trocitos de chocolate se mezclaban con los granos de coco, y hacían un sabor único, casi irrepetible. Me fui caminando hacia casa, recordando lo que pasó con Daniel la tarde pasada. Era demasiado evidente que la atracción sexual entre nosotros subía demasiado, pero también era evidente que nos odiamos con mucha más fuerza de la que nos queríamos. Éramos totalmente opuestos, sinceramente. Y pensar, sólo pensar, que podía llegar a estar locamente enamorada de él, me preocupaba bastante. Siempre había hecho lo que me había apetecido hacer, pero en esos momentos no me gustaba seguir haciendo lo que mi corazón decía. Era como volver a empezar de cero si me enamoraba. Era volver a construir muros rotos por él, y barreras para el mundo en general. No sabía si guiarme nuevamente por el corazón, como lo había hecho siempre, o por la razón como estaba aprendiendo hacer. Me gustaba ser totalmente transparente y hacer poco caso a mi cabeza, pero a veces me hacían mucho daño por ese simple hecho. ¿Y qué debía hacer? Poco en esos momentos. Me había pillado de tal manera, que era imposible despillarme. Me gustaba demasiado, y ya era adicta a él desde el instante en el que se topó conmigo.
-¿Qué me dirías si te pidiera una cena a solas?
-Qué depende.
-¿Más?-Se echó a reír-Hacia tiempo que no los oía.
-Lo sé.-Me giré y lo vi-Te diría que a lo mejor.
-¿Ya hemos cambiado?-Volvió a reírse-¿Qué tengo que hacer para convencerte?
-Pagar tú.
Sonrió.
-Demasiado lista Kat, demasiado lista.
-Créeme, a mí edad, no soy muy tonta. ¿Qué, entonces pagas?
-Por hoy, lo aceptaré.-Sonrió y pasó su brazo por mí hombro-¿Y qué has hecho hoy, preciosa?
-¿Qué eres, mi marido?
-En un futuro.-Dijo con media sonrisa en la boca-Venga, ¿qué has hecho?
-Comerme un súper helado de coco y chocolate, hablar con Natalia y Grace, y finalmente cenar contigo.
-¿Sabes lo que más me gusta de lo que has hecho hoy?-Negué con la cabeza-Qué lo último que vas hacer, va a ser a mí lado.
-Uy, que romántico.-Solté casi forzando la sonrisa.
-¿No te gustan pastelones?
-La verdad es que no suelen ser mi tipo, lo siento. Y si encima tienen tu cara…-Me dio un leve empujón.
-Ya te vale… encima de que invito…-Dijo sonriente.
-Va, va. Está bien. Me gustan un poco pastelones.
Rompimos a risas.
-En ese caso, ¿por qué no vamos a un italiano? Velas, aromas, pasta. Todo lo ideal para una cita perfecta.
Me quedé en Babia. ¿Cita? ¿Cita con el adjetivo perfecta? Imposible. Sí, realmente esto no era muy normal, siendo sincera. Ni él, ni yo. Ni el día, ni la noche. Ni siquiera el helado, ni la conversación con ellas. Ni la aparición y desaparición de un chico al que solo Grace había visto, ni el hecho de que Natalia se fuera a arriesgar tanto con Carlo. No, todo era demasiado imposible, y mi cabeza comenzaba a sospechar que vivía en un mundo que no era en mío. Que me había secuestrado, y que todo giraba en torno a un color rosa muy intenso. Tan intenso que nublaba mis pensamientos y mi vista. Estaba claro que ese no era mi mundo, mi vida, mi compañero de castigo ni mis amigas. Todo el instituto se había vuelto loco, todos nos habíamos vuelto locos. Y para colmo, de los colmos yo me había enamorado de un tío que me estaba agarrando de la mano. Espera, espera. ¿De la mano?
Lo miré amenazadora.
-¿Qué pasa?
-¿Qué haces?-Solté borde-Em, no. Voy a cenar pero solo a eso.-Se apartó un poco de mí.
-Vale, tranquila. Ha sido sin querer-¿Sin querer? Sin querer quemarás una casa, pero agarrarme de la mano no. Me separé más centímetros de él-Joder tía, ha sido sin querer en serio.
-No pasa nada, pero…
-¿No te gusta?-Me quedé parada-Es decir, ¿no te gusto?
-¿Por qué piensas que sí lo haces?-Seguí con mi absurda manera de ser una borde-¡No me gustas!
-Pensaba que…
-¡Pues no pienses! ¿Te lo deletreo?
-No hace falta que te pongas así, Kate. Es que a mí…
-¿A ti qué? También dirás que me vas a besar sin querer. ¡Venga ya!
-Sí, ¿y qué? Llevas picada desde que nos conocemos. Sabes que nos morimos por estar juntos, ¿y tú? ¿Tú qué haces? Huirme. Me huyes y me canso. Me gustas Kate. Sí, en grande. En rojo, subrayado. Me gustas. Y no tengo que agarrarte la mano, ni besarte como tú dices, para que lo veas. Porque me llevas gustando desde que te conocí.
Lo miré a los ojos.
-Y tú a mí.
Silencio. Un silencio largo, incómodo. Daniel esbozó una pequeña sonrisa, y se acercó a mí nuevamente. Me quedé en blanco, más de lo que estaba. Me miré de arriba abajo y vi como mi cuerpo temblaba como nunca antes lo había hecho. Di dos pasos más hacia atrás, y clavé mis ojos en los suyos.
-Te quiero.
Y así, de esa estúpida manera, salí corriendo hacia mi casa. Sin pausa y con prisas. Sin mirar en ningún momento hacia atrás. Pero aún, sin haberlo hecho, sabía que había sonreído. Y que en el fondo él sentía exactamente lo mismo.

domingo, 8 de abril de 2012

Capítulo 4: "Sorpresa"





Grace

-Sorpresa-dije.Luego le solté, al grano:-¿Vas a salir con mi primo?
Miré la cara asustada de Natalia. Una cara, sorprendida. Sonreí, insegura.
Natalia clavó la mirada al suelo.
-Sí…-dijo al final.
Hice una mueca. Kate se sentó en la cama, en silencio. Ella no quería interrumpir, ya que ella no estaba a favor de nadie.
Suspiré.
-Natalia, sabes muy bien cómo es mi primo. Es, con perdón, imbécil. Es el típico imbécil que engaña a todas las chicas con las que se topa. Luego las despacha como si fueran basura. Sin contemplaciones, ni arrepentimiento. Y les hace la vida imposible. ¿En serio quieres arriesgarte? Te destrozará, lo sabes muy bien. ¿No te acuerdas de lo que le pasó a Rebecca? Los vimos besándose en el parque, y al día siguiente encontramos a Rebecca llorando en el lavabo del insti - expliqué.
 Natalia no dijo nada, ni apartó la mirada del suelo.
-No soy tu madre, y al fin y al cabo es tu vida, y puedes hacer lo que tú quieras. Pero, ¿por qué no me dijiste nada?
-Porque tenía miedo de precisamente esto. Sé que sólo quieres protegerme…-se intentó explicar.
-¡PERO ES QUE NO PUEDES SALIR CON ÉL!-exploté.
-¿POR QUÉ NO?-gritó también Natalia.
Kate se levantó de un salto y se puso en medio.
-Eh, eh. Con la calma. No hace falta gritar. Resumiendo: Carlo es un imbécil, pero a Natalia le gusta. –dijo Kate, como si recitara un tema de Naturales-.Grace no quiere que Natalia se vea con Carlo. Natalia ya es mayorcita para tomar sus propias decisiones. Grace la protege igualmente. Natalia sigue pensando en esta tarde, ajena a todo esto.-Natalia enrojeció.-Grace parece a punto de estallar. Natalia quiere salir corriendo de aquí para ver qué vestido se pondrá. Kate ya está harta de todo esto y vota para ir a por un helado enorme. ¿Preguntas?-acabó Kate mirándonos.
-Sí. ¿Por qué justamente tenía que ser un idiota?-dije.
Natalia se encogió de hombros, embarazada.
-Quiero arriesgarme. Y si luego todo sale mal, será mi culpa, ¿vale?
-Quien avisa no es traidor. –dije.
-OK entonces. Vamos a por el helado-dijo Kate, cogiendo el bolso y las llaves de casa. Salimos todas detrás de ella, aliviadas por dejar el tema aparte.
-Por cierto, ¿qué tal con Blake?-dijo Natalia, girándose para mirarme, sonriendo de forma pícara.
-¿Blake?-pregunté. No tenía ni idea de qué me estaban hablando.
-Hombre, sí. Blake. El tío ese siniestro con el que te topaste ayer. ¿No te acuerdas? Hablamos sobre él por teléfono.
La miré incrédula. Intenté acordarme del nombre de Blake, pero sólo se me ocurría el famoso poeta que tenía el mismo nombre. También intenté rememorar ayer por la tarde, en la parada del autobús. Había un abismo, una laguna en ese momento. Sólo me acordaba de haber salido de clases, y sentarme en el banquito de la parada. Lo siguiente que recordaba era estar en casa, haciendo deberes.
-No sé de qué me hablas, en serio. ¿Hablamos por teléfono ayer? No me acuerdo de nada…-dije.
Natalia me miró extrañada.
-Me dijiste que te habías topado con un tipo raro en la parada, que charlasteis un poco y que luego llegó el autobús. Luego, en el bus, hablamos por el móvil, y me lo contaste. Me acuerdo de que te había estado llamando un buen rato, y que no respondías.-me explicó. Seguí sin acordarme de nada.  Todo eso era cada vez más extraño-.Bah, da igual. Seguramente es por el estrés de los exámenes.
-Por eso sigo diciendo que un helado es la cura de todos los males. Vamos, daos prisa, no aguanto más por tener en mis manos un buen helado de coco y chocolate.-dijo entusiasmada Kate.
Atravesamos el parque, escuchando a los pájaros revoloteando por todas partes. Y es que, el verano se acercaba al fin después de un largo año.
Después de comprar tres helados, nos sentamos juntas en nuestro banco de siempre, frente a la fuente. Esa fuente llevaba años sin funcionar, y estaba lleno de porquería.
Vi una sombra moverse detrás de la fuente por el rabillo del ojo. Levanté la vista, y me encontré una mirada azulada, seguida por una sonrisa maliciosa.
Era un chico con una sudadera gris, y la capucha puesta hasta los ojos. El pelo negro le caía flácido por debajo de las cejas. Mi corazón dejó de latir por un instante.
Me sonrió por última vez, se giró y se marchó. Intenté verle por entre los árboles, pero había desaparecido.
De repente oí mi nombre y sentí que alguien me zarandeaba.
-¡Grace! Eo, ¿Grace? ¿Alo? ¿Hay alguien en casa?
Miré a Kate, parpadeando y confusa.
-¿Qué…? ¿Qué pasa?-pregunté, como si fuera estúpida.
-No sé, dímelo tú. ¿Qué te pasaba? Estabas como hipnotizada.
-Es verdad. ¿Qué estabas mirando tan fijamente?-preguntó Natalia.
-¿No lo habéis visto?-dije, señalando el punto en donde había estado el chico antes.
-¿El qué?-preguntaron Natalia y Kate a la vez.
-El chico ese de la sudadera gris. Estaba justo allí. Me sonrió, se dio la vuelta y se fue.-insistí.
-¿Estás segura? Yo no veo nada.
-Pues claro, porque ya se ha ido.-dije, impaciente.
-¿No lo conoces? ¿Cómo era?-preguntó Kate, curiosa.
-Tenía el pelo negro que le caía encima de los ojos, que eran súper azules, y tenía la capucha de la sudadera puesta. Y no, no lo conozco de nada.
-Hum… Pelo negro, ojos azules… ¿No podría ser Uri?-dijo Natalia.
-¿El amigo de Carlo? No creo. Lo he visto un par de veces, no se parecen en nada.-dije, segurísima.

Aquel chico me intrigaba. Era siniestro y oscuro, pero tenía un no sé qué, que hacía que fuera, de alguna forma, diferente. Eso era, diferente.
Me dolía la cabeza. Estaba cansada de todo. Del chico raro, de no saber quién era ese tal Blake, de Carlo y Natalia. No, no había dejado el  asunto. Sabía que, tarde o temprano, tendría que volver a hablar sobre el tema con Natalia otra vez. Porque eso no me gustaba nada. Sabía que algo iba a ir tremendamente mal, y no quería ver a Natalia sufrir por mi estúpido primo.
Nos habíamos despedido en mi parada, ya que tenía que coger al autobús para volver a casa.
Y entonces, le volví a ver. Estaba apoyado en la farola. Estaba anocheciendo, y él estaba justo en el estrecho círculo de luz que proyectaba la farola. Se había echado hacia atrás la capucha, descubriendo un pelo negro completamente revuelto.
Me vio, allí parada observándole.
-Me han dicho que no es bueno pasear por allí cuando oscurece. ¿Sabías que es peligroso? Podría aparecer cualquiera. Bueno, tú sabrás lo que haces-dijo, con una sonrisa peligrosa.
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Un asco. Horrible. Horroroso. Da pena este capítulo, lo sé, que nadie me diga lo contrario. Es el peor capítulo que he escrito ever. Y seguro, que el peor que se ha escrito. Perdonadme por haber hecho este capítulo penoso -.-' pero es que no sé, no estoy muy inspirada. Simplemente, no me salen las palabras para explicarme. Buffff. Además, antes de ayer acabé el último libro de Harry Potter :'( Vale, decidme lo que queráis, pero es que me gusta mucho y da un poco de cosa saber que, pues eso, que se acabó. Aunque, los que lo habéis leído o visto la peli, ¿no pensáis que J.K.Rowling se dejó muchas cosas? Por ejemplo, no dice qué pasó con George después de lo de Fred, y qué hizo con  la tienda de artículos de broma, o qué hicieron Harry, Hermione y Ron de carrera, o al menos en esos 19 años. 
Bueno, después de aburriros con mis chorradas de siempre, me despido :) adiooos!



viernes, 6 de abril de 2012

Capitulo 3: "Carlo"

Natalia

Salí de casa corriendo. No aguantaba más tiempo encerrada. Necesitaba aire para enfrentarme a Grace y contarle la verdad de una vez por todas. Lo había intentado antes, pero nunca encontraba el momento oportuno.
Cuando llegué a la calle vi miles de carteles pegados en las farolas de la avenida con un mismo mensaje:
Carlo, el primo de Grace. Seguro que había sido él. Nos conocimos en la fiesta de cumpleaños de esta. La primera vez que lo vi pensé “Dios mío, menudo imbécil”. La segunda todo cambió y no pude quitarle los ojos de encima. Me tiré todo el año haciendo trabajos con Grace con la esperanza de verle. Analicé cada una de sus frases hasta llegar a ver en un simple “hola” una declaración de amor eterno o de odio, según mi estado de ánimo. Y para colmo, tenía los brazos llenos de moratones provocados por los codazos que Kate me daba cada vez que aparecía.
Nunca le dije a Grace que me gustaba. Ella no lo aprobaría. Me habría dicho que era muy mayor para mí –ya que tenía 19 años y yo, 16- y que no me convenía por los rollos raros que se traía. Aún así, me gustaba, y mucho. Kate lo sabía todo y me apoyaba, pero me decía que se lo tenía que contar a Grace. Y hoy, por fin, iba a hacerlo. Iba a contarle toda la verdad.
De repente, alguien se me acercó por detrás y me puso las manos sobre los ojos.
-¿Quién soy? –Enseguida lo supe y no pude evitar esbozar una sonrisa.
-¿Carlo?
-¿Cómo lo has sabido? –dijo.
-No se… quizás porque siempre me lo haces.
-Supongo que soy bastante repetitivo.
-No, solo un poco.
-¿Vas a llamar?
-¿A dónde? –dije haciéndome la tonta.
-Al número del cartel ese. Te están buscando, no los hagas esperar. –dijo pasándose la mano por el pelo rubio.
-No soy yo.
-¿Cómo que no? ¡Han acertado en todo! –Lo volví a leer y le di un empujón.
-¿Así que mala hostia?
Él sonrió y me abrazó. Me provocó dolor de barriga. ¿Dolor de barriga? Más que eso. Me temblaban las piernas, me sudaban las manos y el corazón se me iba a salir. El abrazo pareció durar años.
-Nat, te llaman.
Pero yo seguía en mi mundo.
-Anda, trae. –se apartó, me quitó el móvil de las manos y se lo acercó a la oreja. -¿Si? ¿Quién es?
-Soy Mikel ¿Está Nat? Habíamos quedado para hacer un trabajo…–dijo una voz al otro lado del teléfono.
-No puede. Tiene que salir conmigo. –me quedé de piedra.
-¿Pero tú quién eres?
-Su novio.
-Bueno, dile que me llame cuando pueda.
Carlo colgó y me devolvió el móvil. Yo sonreí.
-Mientes bien.
-¿Cómo que mentir? Te paso a recoger a las seis. Justo aquí. Ah, acuérdate de llamar al anuncio. –cogió su preciosa sonrisa y se fue con ella puesta. A mí me dejo de piedra.
¡Íbamos a quedar! No me lo podía creer. Empecé a correr hacia casa de Kate, necesitaba contárselo a alguien. A Grace se lo contaría en otro momento.
Toqué al timbre y me abrió su madre.
-¡Hola! ¿Está Kate en casa?
-Sí, está en su cuarto.
Salí disparada a su habitación y abrí la puerta de golpe.
-¡Kate! ¿A que no sabes con quien voy a salir esta tarde? –dije chillando. –¡Con Carlo!
De repente salió Grace por detrás.

* * * * *
¡Hola!, para quien no me conozca soy Laila, del blog: "http://elfisicoseducelapersonalidadenamora.blogspot.com.es/" y junto a Mel y Valery hago esta historia. Bueno, creo que ya os vais haciendo una idea de quien es la más lenta de nosotras tres, obviamente, yo. Lo siento, es que pensaba que en Pascuas iba a tener tiempo para aburrirme y resulta que casi todos los días tengo algún compromiso (ahora mismo están mis primitos en casa)
Tonterías aparte, espero que os guste nuestra historia y que comentéis qué os parece. 
¡Un besazo a tod@s  y muchas gracias por leer!

lunes, 2 de abril de 2012

Capítulo 2: "Depende."


Kate.

Seguía siendo la misma hora que hacía dos segundos. El reloj no avanzaba, y tampoco me dejaba avanzar. Miré a Daniel con cara de asco y él me echó la misma mirada.
-Si piensas que estar castigado a tu lado, me parece bonito, estás totalmente equivocada.-Recalcó-Ojalá lleguen las ocho de una puta vez, y no te vuelva a ver más hasta mañana.
-Si me violas en sueños, ¿qué me estás diciendo? Me vas a ver esta noche, mañana, a la tarde… Todos los días de tu vida.
-Más quisieras. Tu cara y mi culo, es lo único que se van a ver.
-Cerdo.-Dije indignada-No me extraña que Grace te tenga tanto asco.
-¿Tú amiga? Normal. Yo también le tengo asco a ella.
-¿Y Natalia? ¿A ella también?
-Por supuesto. Desde que me habláis, me habéis hundido el estatus social.
-Ah, ¿qué tienes de eso?
Se echó a reír como un enfermo.
-Juego a fútbol, querida. Todos los jugadores tenemos de eso.
-Justo por ese motivo, no te comes ni un rosco con las tías. Ya lo decía yo…
-Infantil.
-Habla el listo.-Se puso el libro de física en la cabeza.
-Mi inteligencia seguro que es mayor a la tuya, estúpida.-Cogió un lápiz y se lo puso en la nariz.
-Seguro, hijo mío. Seguro.-Cogió un folio en blanco y comencé a escribir. Daniel agarró con fuerza el libro, y lo empotró contra la mesa para llamar mi atención. Yo, con sutileza, le sonreí con mucho desprecio y seguí a lo mío.
-¿Si te pudiera una cita, la aceptarías?
-En tus sueños muy sueños.
-Venga di la verdad.
-Depende.-Sonrió con malicia.
-¿Depende de qué?
-Depende de dónde me llevaras, a quién me presentaras, y la patada en los huevos que te daba. Depende de todo.
-En ese caso, Kate, te recojo a las diez mañana.
-¿Eres imbécil?-Volvió a sonreír.
-Para ti, y sólo para ti, sí.-Cogió su mochila-Nos vemos mañana, princesa.
-Repito, ¿eres imbécil?
Se acercó a mí.
-Y yo te sigo repitiendo. Mañana a las diez.-Me sonrió, con la misma picardía con la que solía sonreírme todos los días, y abrió la puerta de la sala de castigo-Nos vemos mañana, ¿verdad?
Asentí.
-Hasta mañana estúpido.
-Hasta mañana.-Dio un ligero golpe a la puerta, y se largó.
Suspiré profundamente al ver la gilipollez y/o la imbecilidad en la que me había metido. Quedar con Daniel, realmente nunca me había parecido mala idea. Estaba claro que éramos del mismo rollo, y que realmente no nos acabábamos de llevar mal, pero el hecho de saber, que medio instituto me iba a mirar con cara de póker, me acojonaba bastante. Daniel no era uno de los más demasiados, pero tampoco era de aquellos a los que como yo, podían pisotearlos a menudo. Sí, se deducía bastante que mi vida allí, era más bien un infierno quitando a las únicas personas en las que podía confiar. Desde que había llegado, todo habían sido demasiados problemas para alguien como yo. La separación de mis padres, casa nueva, mundo de mierda. Incluso en el instituto lo llegaba a pasar mal. Mi vida en esos instantes, poco envidiada podía llegar a ser.
-Kate, ya puedes salir.-Miré hacia la directora.
-Vale, ahora me voy.-Sonreí, intentando que desaparecieran mis ganas de llorar y de mandarla a la mierda, y comencé a recoger el chiringuito que había dejado el cerdo de Daniel. Puse mi libro de física en la cartera y metí el estuche junto los cuatro folios que había sacado. Agaché la cabeza, no sin antes cagarme nuevamente en el castigo que doña Gorda me había adjudicado, y salí de allí en menos que canta un gallo.
-Recuerda que mañana tú y Daniel debéis quedaros otra media hora. Hoy os he dejado salir antes.
-Sí.-Dije-Yo le digo.-Me puse la mochila, fingiendo que tenía prisa, y salí del instituto de una vez por todas.
-¿Te llevo?-Intenté hacer oídos sordos.
-Kate, ¿te llevo?
-Eres como las moscas tío. Igual de pesado.
-Borde, que eres una borde. ¿Te llevo?
-Qué no.
-Venga, qué sí.
-Te he dicho que no, Daniel. Y mañana te tienes que quedar media hora más, según la directora.
-Se va quedar su tía, la del pueblo.
-Pues eso se lo dices a ella, no a mí. Venga, hasta mañana.-Emprendí la marcha, pero me siguió.
-¿Y si te llevo a un sitio que nadie ha visto jamás, me acompañarías?
-¿Te piensas que esto es Narnia? Por supuesto que no.
-Va, sin coña. ¿Me acompañarías?
-Depende.
-¿Otra vez depende?
-Sí. Depende de sí me quedara allí para siempre.